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24 de febrero de 2017
Los expertos recomendaron a los niños y adolescentes levantarse y acostarse más temprano al menos una semana antes del entrar al colegio.
Asimismo, se sugiere a los padres regularizar los hábitos alimenticios planificando menús y colaciones saludables para sus hijos con el propósito de mejorar su rendimiento en las aulas.
Ya casi se terminan las vacaciones de verano y con ello se acerca uno de los meses más temidos del año: marzo. El tercer mes de nuestro calendario trae consigo la siempre agotadora rutina acompañada de las responsabilidades del trabajo y la vuelta a clases, lo que supone retomar el ritmo que se perdió durante el relajo de los meses de playa, paseos y largas horas de descanso.
A menos de dos semanas de que comience un nuevo año escolar, la psicóloga del Programa de Salud Mental del Servicio de Salud Ñuble, Nicol Navarrete, explicó la manera más adecuada para enfrentar el proceso adaptativo que genera el cambio de rutinas.
“Los menores necesitan tiempo para retomar el ritmo antes de obtener un rendimiento óptimo, no basta con acostarse temprano el día o fin de semana anterior; el sueño-vigilia, alimentación, esfuerzo físico y cognitivo deben prepararse con una o dos semanas de anticipación. Esto implica volver a los horarios sistemáticamente, lo mismo con las comidas y colaciones, y también con pequeñas tareas físicas e intelectuales”, comentó la profesional.
Aburrimiento, mal humor, cansancio, ansiedad y hasta en algunos casos depresión, puede generar la vuelta a la normalidad. Sin embargo, la experta indicó que estos cuadros se pueden evitar siguiendo recomendaciones sencillas como por ejemplo; restablecer una semana antes la rutina de horarios de sueño y de comidas, así el cambio no será tan brusco y el periodo de adaptación será más fácil.
A su vez, “es importante reducir las horas dedicadas a los videojuegos o televisión, ya que activa mucho a los niños y les afecta el nivel de sueño; escuchar sus temores, dudas, intereses y expectativas con mucha atención y orientarlas respetuosamente en todo momento y plantear el regreso a clases como algo positivo y muy importante”, precisó la psicóloga.
La alimentación saludable mejora el rendimiento escolar
Durante los meses estivales, donde el relajo trajo un aumento en el consumo de alimentos hipercalóricos como helados, galletas y bebidas, tienden a modificar y alterar los hábitos que generalmente tienen los niños y adolescentes, por lo que es importante que en su regreso a clases retomen hábitos saludables que les permitan tener un mejor rendimiento escolar y evitar el desarrollo de sobrepeso u obesidad.
En este sentido, Ximena Osorio, nutricionista encargada del Programa de Vida Sana del SSÑ, entregó una serie de recomendaciones que ayudarán a los padres a reincorporar la alimentación saludable en las colaciones y menú de los más pequeños.
“Es fundamental que los padres supervisen el tipo de colación que los menores consumen a diario y para esto lo adecuado es que ellos las preparen y así evitar darles dinero para comprar comida chatarra. Los desayunos deben contener lácteos como leche o yogur sin azúcar, fruta natural y cereales no azucarados. Por el contrario, se debe evitar en la dieta de los niños alimentos como fiambres y embutidos, gaseosas azucaradas o diet, productos demasiado salados, frituras y golosinas”, explicó la experta.
En esa línea Osorio entregó algunas opciones saludables “en el caso de las colaciones es posible enviar una fruta, la que puede ir trozada y en una bolsa de cierre fácil. Para evitar que se oxide se pude agregar unas gotitas de limón o naranja. Otra alternativa es el huevo cocido, ya que es alto en proteínas de buena calidad, o bien, un sándwich 1/4 de la marraqueta que puede ser con jamón de pavo, lechuga y tomate”.
Asimismo, recomendó preparar agua saborizada con rodajas de naranja, limón con pepino, frutos rojos, menta y jengibre.
Además la nutricionista recordó a los apoderados que “no hay que olvidar que la familia es la encargada de formar buenos hábitos y de fomentar la prevención, considerando los riesgos cardiovasculares a los que nos lleva una mala alimentación”, concluyó.